NoSeAlquila
Asdrulio es la imagen detenida de muchachito sorprendido en medio de un potrero con una pajarera en la mano.
Viste un pantalón a la rodilla, de franela gris con un anacrónico y encantador tirador cruzado.
Medias largas, zapatones marrones, sucios de barro. El izquierdo esta todo roto en la punta y fue cosido con unas fuertes puntadas de algún talabartero aficionado. Los primeros días, después del arreglo, Asdrulio se quejaba de malestares ocasionados por la costura, pero en poco tiempo el cuero cedió y termino por conformarse.
En la cabeza lleva una gorra redonda. Una tricota de un incierto azulado desvaído conforman su atuendo.
De la mano izquierda le cuelga una pajarera de mimbre.
Asdrulio construye pajareras y caza pájaros.
Las pajareras son hermosas, livianas para que el avecita aprisionada no sienta tanto el encierro. Son arboles, nidos, cestas, hechas para volar.
Asdrulio, cazador de pájaros, tiene algo de ave en su cuerpecito, pequeño esmirriado de huesos livianos.
Los omoplatos elevados, que sobresalen de la espalda como paletas de un artefacto inconcluso.
Los brazos le cuelgan rectos flojos a los lados del cuerpo esperando la orden que los haga aletear.
La misma cara se escurre en la nariz filosa, de pequeñisimos orificios y los ojos, bolitas de acero dulce, que nunca están fijos en un punto único.
Asdrulio tiene la quietud del resorte. Pese a estar inmóvil, la tensión en los hombros, que suben hasta la cabeza, los ojos inquietos y atentos, las piernas, los brazos, todo impresiona como el salto inminente, el lanzarse, el zambullirse hasta la rama, el árbol, el cielo.
ASDRULIO!!
El grito urgente resonó en el campo. Los arboles lo envolvieron, lo hicieron resonar, lo devolvieron amplificado.
Asdrulio, Asdruliooo!
Era casi el anochecer y el pasto tenia olor a recién cortado.
En un rincón un fuego de hojas secas ardía con dulce aspereza.
Asdrulio se quedo quieto. Una estatua. Piedra con ojos que se movían.
El mundo dejo de respirar.
Corrió. El miedo lanzaba sus piernas a velocidad como nunca hubiera podido solo por la fuerza voluntaria de los músculos
El grito no había terminado de sonar, el silencio todavía no había llegado y Asdrulio ya estaba corriendo. Cruzo el potrerito en una décima y el segundero apenas se movía cuando llego y todas las pajareras oscilando en el viento, con las puertas abiertas. Primero el desconcierto, después el miedo y enseguida el dolor la congoja. La sensación de perdida le colmo el estomago y el cerebro.
Sus pájaros se habían volado.
Alguien, que importa quien, les había abierto las puertas.
Sus pájaros, sus compañeros, sus amigos.
Sus hermanos.
Tordos, cardenales, azulejos, pechitos rojos, calandrias, gorriones, cenizas.
Las puertitas de las jaulas abiertas y los pájaros que comenzaba salir volando.
Alrededor de Asdrulio las aves daban vueltas como desconcertadas. Fue un aluvión de píos y plumas revoloteando por doquiera. Un bullicio, un aleteo.
Ninguno de sus preferidos pudo encontrar Asdrulio entre las manchas veloces que pasaban rozando sus ojos azorados.
Ese fue el primero momento de impulso descontrolado en que parecieron tomar impulso para lanzarse hacia arriba.
Se formaron las escuadrillas y elevaron su vuelo en círculos cada vez mas altos para poder situarse para otear cual seria su meta.
Y en el centro con el cuello dolido, solo, fijo en la tierra, Asdrulio miraba sin poder reaccionar.
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